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Ruta Vía de la Plata

En el siglo I comenzó la construcción de una calzada romana que aprovechaba la presencia de un corredor natural en el oeste de la Península Ibérica y que con el tiempo se transformaría en una de las principales vías de comunicación peninsular. Su trazado, además de conectar algunas de las principales ciudades peninsulares, sirvió de elemento difusor de la cultura romana y desde sus inicios la calzada se dotó de infraestructuras convertidas hoy en importantes vestigios que la jalonan.

Después de la Vía Augusta, la Ruta Vía de la Plata fue la segunda en importancia en la Península Ibérica. Fue iniciada por el cónsul Quinto Servilio Carpio, pero quien realmente impulsó su construcción fue el emperador Augusto. Obra que prosiguió con el emperador Tiberio, pero fueron Trajano y Adriano, emperadores hispanos, los que le confieren su forma definitiva.

Durante la Edad Media facilitó la penetración árabe hacia el norte, aunque también permitió avanzar a las tropas cristianas reconquistadoras convirtiéndose en un eje de comunicación indiscutible que vinculaba el norte y el sur.

Fue además en este momento cuando adquirió su denominación actual de la Vía de la Plata, al derivar su nombre del término árabe balath o BaLaTa, que significa pavimentos o camino pavimentado.

Actualmente es uno de los más importantes y atractivos itinerarios de Europa, localizado en el occidente de la Península Ibérica.


Una ruta repleta de cultura

El hecho de que la ruta tenga un origen romano, no debe hacer olvidar que el territorio por el que atraviesa este itinerario, alberga un interesante patrimonio de todas las épocas, incluso anterior a la presencia romana como sucede en la Alcázar de la Puerta de Sevilla de Carmona de origen cartaginés o en las Minas del Aramo, del bronce en Riosa.

El mundo romano, muy presente en toda la ruta, podría quedar también simbolizado por los antiguos miliarios que marcaban las distancias en la calzada, como los que se pueden contemplar en Carcaboso, y por la propia calzada, que además de la huella de su trazado, conserva perfectamente algunos de sus tramos en Baños de Montemayor o en Ribera de Arriba.

Destaca también el legado árabe, tan presente en el Real Alcázar o en la Giralda de Sevilla o en Montemolín, último bastión árabe de Extremadura, la tradición hebrea que en Hervás se concreta en su bella judería, el prerrománico asturiano con la elegante Iglesia de Santa Cristina en Lena, el románico, que alcanza su máximo exponente en tierras zamoranas como en Benavente y su bella iglesia de Santa María del Azogue, el gótico presente también en el retablo de la Iglesia del Divino Salvador en Calzadilla de los Barros, el barroco sevillano… La arquitectura contemporánea se ha convertido en otro de los protagonistas de la ruta, y a lo largo del itinerario se encuentran magníficos edificios de los siglos XX y XXI como el que alberga LABoral Ciudad de la Cultura de Gijón o, la estación de autobuses de Casar de Cáceres. Vinculado a esta arquitectura no hay que olvidar citar el Patrimonio Industrial, que también se ve reflejado en la ruta con elementos como el Poblado Minero de Bustiello de Mieres, la Fábrica de Harinas de La Bañeza, actualmente musealizada, o las fábricas textiles protagonistas de una interesante ruta en Béjar.

Al lado de magníficos cascos históricos urbanos, los municipios más rurales atesoran un patrimonio etnográfico como el destacable conjunto de hórreos y paneras de Ribera de Arriba, símbolo de cómo las tradiciones y costumbres populares forman todavía parte de la vida cotidiana de estas localidades, en las que artesanos que elaboran productos, como las cestas de castaño que se pueden adquirir en Baños de Montemayor, constituyen un vínculo con nuestro pasado más reciente.

Una ruta festiva

Estrechamente ligadas al patrimonio cultural se encuentran las manifestaciones festivas, vinculadas a las estaciones del año y a los trabajos en el campo o la conmemoración del santoral y de diversos episodios históricos.

Aglutinan elementos enraizados en la tradición cultural de cada pueblo como la música popular, que por sí sola ayuda a comprender la diversidad de una ruta, que arranca con el ritmo de las palmas y el flamenco en Andalucía, extiende su influencia hacia Extremadura, se hace dueña de las características rondallas y jotas, y llega a Castilla y León, donde de la mano de la tradicional dulzaina, va anunciando la gaita tan típica de tierras asturianas, generando un hervidero cultural en el que junto a infinidad de fiestas, destacan las celebraciones de la Semana Santa. Es precisamente en itinerarios como el de la Ruta, donde se nos brinda la oportunidad de contemplar la diversidad a la hora de celebrar un evento de estas características, el norte marcado por la típica severidad medieval castellana y el sur por el preciosismo barroco andaluz. Es sin duda la fiesta grande de Sevilla, con mucha repercusión también en León,  Zamora o Carmona, todas declaradas Fiestas de Interés Turístico.

Los Carnavales adquieren también gran trascendencia, y en La Bañeza por ejemplo han sido recientemente declarados, Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Otras fiestas más populares como las Fiestas del toro enmaromado en Benavente o los Exconxuraos en Llanera se unen a importantes eventos culturales como la Bienal de Flamenco de Sevilla, Los Conversos en Hervás, el Festival de Cortos de Mieres, el curioso Festival de Jazz de Ribera de Arriba o el Festival Internacional de Cine de Gijón, que ofrecen un panorama festivo y cultural que sin duda atrapará al viajero.

Naturaleza desbordante

Mar, cursos fluviales, montañas y valles… los más de 800 kilómetros de ruta garantizan una variedad de paisajes de gran riqueza ecológica que permiten disfrutar de una naturaleza singular y de inusitada belleza.

Comenzando por el sur, el itinerario arranca en la Vega del Guadalquivir andaluza y en la sierra norte de Sevilla, para desembocar en las dehesas, bosques de encinas y monte bajo extremeños, surcados por los ríos Guadiana y Tajo. Tras cruzar la bella Sierra de Béjar, las dehesas salmantinas se van transformando en las características llanuras cerealistas castellanas, regadas por los ríos Duero y Esla, en las que surgen importantes humedales como las lagunas de Villafáfila. Al norte de la provincia de León, con la Cordillera Cantábrica como telón de fondo, el paisaje verde de la montaña asturiana anuncia el final, junto al mar Cantábrico, de un recorrido que conquistará al viajero.

La ruta cuenta con tres Reservas de Biosfera (Valle del Río Casares en La Pola de Gordón, Sierras de Béjar y Francia en Castilla y León, y la Reserva de la Biosfera de Monfragüe en Extremadura) dos Parques Nacionales y numerosos parques y reservas naturales que albergan una riquísima y variada fauna.

Es un itinerario perfecto para ser recorrido en bicicleta, disfrutando plácidamente del paisaje, o emulando las gestas de los grandes deportistas, ascendiendo el ya famoso puerto de “L’Angliru” en Riosa.

La tradición del peregrinaje, un clásico ya en la ruta, ofrece vivir el itinerario con el ritmo pausado necesario para sumergirse en su cultura y naturaleza. Y sin necesidad de completar la ruta, las posibilidades para los amantes del senderismo son casi infinitas: la ruta de las Capillas del Monsacro en Morcín, la ruta romana de La Carisa en Lena y Aller, las Foces del Pino también en Aller, la ruta del Faedo en La Pola de Gordón, la ruta arqueológica de los Valles de Benavente…por citar solo algunas.

Embalses, cursos fluviales y el mar, en uno de los extremos de la ruta, permiten practicar actividades deportivas relacionadas con el medio acuático. Existen cotos de caza y pesca para los que gusten de los deportes cinegéticos, y a los campos de golf, hay que añadir las tres estaciones de esquí (Fuentes de Invierno en Aller, Valgrande Pajares en Lena, y La Covatilla en Béjar), que completan una interesante oferta para los más deportistas.

Una vertiente no menos saludable para disfrutar de la ruta, la ofrecen los balnearios y spas, como el de origen romano de Baños de Montemayor o el más moderno centro de Talasoterapia de Gijón.

La ruta gastronómica

Recorre la ruta una espectacular gastronomía, cuya mayor riqueza reside en la calidad de las materias primas y en las tradiciones culinarias que mezclan diferentes influencias.

Desde la gastronomía del norte con los pescados y mariscos asturianos, a los asados castellanos, pasando por tradición chacinera extremeña y castellana o la gastronomía mediterránea del sur con influencia andalusí, con el aceite de oliva, las hortalizas y las frutas y verduras como protagonistas, como el gazpacho andaluz o el clásico zorongollo (ensalada de pimientos) de la zona de Hervás, el viaje por la ruta se convierte en un recorrido por la gastronomía española, que a pesar de su variedad tiene también muchos elementos en común a lo largo de las cuatro comunidades:

  • Los potajes de legumbres y guisos, que en cada comarca adquieren diferentes manifestaciones como la fabada asturiana, el pote de nabos típico en Morcín, que cuenta a demás con una fiesta específica, el cocido gordonés de La Pola de Gordón, el calderillo típico de Béjar, la caldereta de Calzadilla de los Barros y de Montemolín.
  • Los vinos amparados en diferente marcas de calidad como Tierra de León, Tierra del Vino de Zamora, vinos de los Valles de Benavente o Ribera del Guadiana, a los que se une la típica sidra asturiana, degustada al aire libre como en la Plaza de Requejo en Mieres o en los innumerables lugares como los de Llanera, que ofrecen degustar la sidra en las tradicionales espichas.
  • Los quesos de los que existen tres denominaciones de origen en la ruta (Afuega’l Pitu elaborado en Morcín en Asturias, Queso Zamorano en Castilla y León, y Torta del Casar en Casar de Cáceres, en Extremadura)
  • Los ibéricos simbolizados por un Jamón Ibérico cuyas Denominaciones de Origen de Guijuelo y de la Dehesa de Extremadura se convierten en productos estrella de la gastronomía de la ruta.

Mención aparte merecen los dulces cuya variedad oscila entre los contundentes postres del norte a los dulces del sur, influidos por la tradición  árabe o hebrea, siendo una constante los dulces conventuales elaborados en los obradores de conventos y monasterios de toda la ruta.

En definitiva se trata de un itinerario con más de sesenta productos con marcas de calidad, que lograrán seducir al viajero ofreciéndole una sinfonía de aromas, sabores y colores, y que además tiene su reflejo en infinidad de fiestas y certámenes gastronómicos.

Localización

Latitud: 40.969011   |   Longitud: -5.663795

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